Una mujer indomable que incomodó al poderPor Jorge Fernández Díaz
En su intensa temporada de caza de las grandes figuras progresistas, que para ellos todavía brindaban cierta respetabilidad y protección, los señores feudales de Santa Cruz invitaban habitualmente a Balcarce 50 a cuanto intelectual pasara por los diarios. Que siempre fueron su principal fuente de conocimiento y lectura. A Beatriz Sarlo le tocó compartir un almuerzo en el primer piso de la Casa Rosada con el gran historiador Tulio Halperín Donghi; la experiencia no resultó positiva, ninguno de los dos cedió a la seducción del poder, y en la mismísima vereda ella le dijo: “Yo no vengo más, Tulio”. Néstor Kirchner comprendió que aquella dama diminuta y aguerrida, que era un emblema de la cultura de izquierda, no mordía el anzuelo, y entonces le bajó el pulgar.